Era una asignatura pendiente entre dos reinos muy unidos durante siglos y con una frontera permeable: España y Portugal se sentaron a diseñar «La Raya», o «La Raia», para delimitar las fronteras entre ambas naciones con el fin de garantizar la seguridad de sus respectivos territorios.
El 29 de septiembre de 1864 se establecieron las fronteras de los dos países, que se mantienen prácticamente inalteradas hasta el día de hoy, desde la desembocadura del río Miño hasta el Guadiana. Nada menos que 1.214 kilómetros señalizados con 5.400 mojones y atravesados por cinco ríos: Guadiana, Tejo, Duero, Lima y Miño. Este tratado dio solución a los llamados «pueblos promiscuos» atravesados por la antigua frontera y marcó el fin del «Coto Mixto» («resguardo mixto»), un microestado independiente de las dos naciones de sólo 26,9 kilómetros cuadrados, de origen medieval, cuya capital era la ciudad de Santiago dos Mixtos y que gozaba de ciertos privilegios. Sus habitantes solían presentarse como portugueses o españoles, según el interés, aunque de pronto ya no se consideraban de ninguna de las Coronas.
Mapa de bandera y escudo de Couto Mixto. #CM pic.twitter.com/1MP5hpGv1M
— Couto Mixto (@ocoutomixto) 27 de mayo de 2017
En la actual provincia de Ourense, y como resultado de complejas relaciones señoriales medievales, parte del territorio escapó al dominio portugués y español, que funcionó como un estado soberano por derecho propio. Estaba formado por los municipios de Santiago de Rubiás, Rubiás y Meaus, todos al norte de la Serra do Larouco, y comprendía también una pequeña franja deshabitada que hoy forma parte del municipio de Montalegre.
Durante siglos, como país independiente, el pueblo de ‘Coto Mixto’ tuvo muchos derechos y privilegios, entre ellos autonomía, exención del servicio militar y de impuestos, derecho a portar armas, sellos oficiales, podía otorgar asilo a fugitivos portugueses o la justicia española y negando el acceso a cualquier contingente militar extranjero- tenían también el derecho de paso por las carreteras, la libertad de comercio y de cultura, pero también la libertad de elegir la nacionalidad española o portuguesa para sus habitantes. Se ha estimado que entre 1862 y 1864 no tuvo más de mil habitantes.
Sus orígenes se remontan al viernes X y a la independencia de Portugal, en 1147. Gran parte de lo que se sabe sobre este territorio fronterizo, sus reglas, usos y costumbres, proviene de informes diplomáticos elaborados durante las negociaciones del tratado de Lisboa, que dio lugar a a su extinción – la desaparición de la reserva mixta, en gran parte integrada en España: las principales ciudades se integran en el reino español, mientras que una franja de tierra deshabitada pasa a Portugal. A cambio, el reino portugués recibió la plena soberanía sobre los llamados «pueblos promiscuos», formados por aldeas en las que parte de sus casas estaban ubicadas en la antigua frontera y servían de oficina para la aduana de los dos países. En algunas casas, además, bastaba con cambiar de habitación para ir de un país a otro.
El tratado fue celebrado por Juan Jiménez de Sandoval y Facundo Goñi en representación de la reina Isabel II de España, y por Nuno José Severo de Mendonça y Jacinto da Silva Mengo en representación de Luis I de Portugal; fue ratificado por ambos países en 1865 y formalizado en Santiago de Compostela el 23 de junio de 1868. El tratado comenzó el 5 de noviembre de 1868. Sin embargo, quedaba una cuestión pendiente: la situación d’Olivença, cuya soberanía española no estaba aceptado por Portugal.
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