En los últimos días del año son frecuentes las retrospectivas respecto a los doce meses anteriores, así como las previsiones para el nuevo año.
En cuanto a 2023, están previstos dos grandes eventos eclesiales: las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), en los primeros días de agosto, en Lisboa, con la presencia del Papa Francisco; y la primera sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad Eclesial en Roma en octubre de 2023.
En 2022, la pedofilia fue uno de los temas dominantes en la información religiosa. Además, en breve se esperan las conclusiones del informe de la Comisión Independiente, encargada por la Conferencia Episcopal Portuguesa de investigar los casos de abuso de menores en la Iglesia católica, que ahora es la institución más supervisada y más segura en la materia. Lamentablemente, este ejemplo de transparencia y rigor aún no ha sido retomado por el Estado, a pesar del escándalo de Casa Pía, ni por otras religiones, que también contienen casos de pederastia, aunque son más recurrentes en el ámbito familiar.
Quizás por la exageración que los medios dan a la pederastia en la Iglesia –recuérdese el caso contra el Patriarca de Lisboa, que resultó no ser un caso–, fueron pocas las referencias a la persecución de los cristianos que, sin embargo, abundaron no sólo en los países comunistas, donde no hay libertad religiosa, y en los países islámicos, donde la inicua ley de la blasfemia dio cobertura legal a la represión anticristiana, pero también en Europa.
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